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viernes, 9 de agosto de 2013

Los misterios de Osiris. Más allá de la tradición egipcia.

por wanderer
 
Para los antiguos egipcios, Osiris era el dios asociado a la regeneración y a la fertilidad de la Tierra. Enseñó a su pueblo a  cultivar los campos aprovechando las inundaciones anuales del Nilo y a cómo sembrar vides y obtener vino (de ahí la asociación griega con Dionisio), así como la forma de fabricar cerveza a partir del cultivo de cebada. Les dió leyes con las que regirse en paz, la música y la alegría y les instruyó en el respeto a los dioses.
Su hermano Seth, que le odiaba por todo lo que representaba, conspiró para asesinarlo. Después de ser engañado para introducirse en un cofre, Osiris fue encerrado en él y arrojado al Nilo. Isis, esposa de Osiris, enterada de la traición, emprendió la búsqueda del cofre, el cual fue encontrado tras una serie de aventuras. Pero Seth, enfurecido por el hallazgo, lo abrió y despedazó el cuerpo de su hermano, repartiendo los trozos por todo el país. Isis consiguió recuperar los restos de su marido, salvo el pene, el cual sustituyó con un falo de oro. Gracias a su poderosa magia, Isis logró insuflar nueva vida al cadáver momificado de Osiris, quedando embarazada de él. Fue así cómo nació su único hijo, Horus, quien vengó la muerte de su padre desterrando a Seth al desierto y recuperando el trono de Egipto, mientras que Osiris permanecería como rey de los muertos.
Esta muerte y resurrección es la que sirve de punto de partida para los llamados misterios de Osiris, conjunto de ritos cuya celebración sirven para rememorar el viaje de ida y vuelta del dios egipcio, iluminando así a los iniciados e introduciéndolos en el mismo proceso de muerte y resurrección a través de una búsqueda interior.
El origen de los misterios puede situarse en la legendaria ciudad sagrada de Heliópolis, construida según los mitos sobre la colina en que el ave Fénix puso en movimiento al mundo. El nombre antiguo de la ciudad era Iunu, “pilar”, pues en su centro, donde se situaba elTemplo del Sol, se elevaba una columna coronada por una reliquia sagrada en forma de piramidión llamada Benben, que significa “el radiante”, el lugar donde fulgen los primeros rayos del sol naciente y donde la divinidad primigenia se manifiesta.
Los sacerdotes de Heliópolis eran famosos como magos, astrónomos y constructores. Uno de ellos, Imhotep, es considerado el arquitecto de la gran pirámide de Giza, construida de acuerdo a estrictos parámetros matemáticos y según una muy estudiada orientación astronómica. Tal y como en su día demostró Robert Bauval, y como posteriormente los egiptólogos han ido reconociendo a regañadientes, las tres pirámides de Giza son un reflejo en la Tierra de la constelación de Orión, donde el Nilo representa la Vía Láctea. Sobre su recreación de un cielo de hace 12.000 años ya hemos hablado en alguna que otra ocasión y se puede obtener más información en el documental que acompaña a este artículo.
Siguiendo los estudios de Bauval, los cuatro famosos y polémicos “canales de ventilación” de la Gran Pirámide apuntan a Alpha Draconis (la estrella polar de la Antigüedad), a la Osa Menor, a Orión (asociado por los egipcios con la reencarnación de Osiris) y a Sirio (asociado con la reencarnación de Isis). Se trataría, así, de canales de comunicación con los dioses del más allá y de la resurrección, los fundadores del Tiempo Primero, la Edad Dorada en que la felicidad reinaba en el mundo antes la traición de Seth.
Sirio desaparece bajo el horizonte durante setenta días y reaparece en el solsticio de verano, coincidente con la inundación del Nilo y el comienzo de la estación fértil. Ese período de “oscuridad” en que las estrella sagrada no es visible se usaba para realizar los ritos funerarios del faraón. Entonces, Sirio, la diosa Isis que devuelve la vida tal y como se cuenta en el mito, resurge en el cielo durante el solsticio de junio y ayuda de igual manera al rey en su viaje a Orión para fundirse con el dios Osiris, aquel que ha resurgido tras la muerte de su cuerpo físico.
Las pirámides de la meseta de Giza, como espejo de esa región del cielo, Orión, a la que el ser espiritual viajaba para  fundirse con Osiris, se habrían construido así como un lugar de iniciación al que acudirían aquellos que querían comprender cómo se realiza la transformación del ser para vencer a la muerte y acceder a otra dimensión. Mediante una serie de cultos secretos, el individuo se enfrentaba a sus miedos y otras emociones que encadenan al verdadero ser, tras lo cual éste es liberado y el iniciado emerge preparado para su viaje final de trascendencia.

El misterio de los cultos de Osiris sobrevivió a la civilización egipcia adaptado por los griegos como culto a Serapis, cuyos templos se extenderían durante siglos por toda Europa y cuya importancia al final de la época romana fue tal que, durante un tiempo, llegó a rivalizar con el cristianismo. De hecho, los ritos de Serapis formaron parte de algunos de los primeros grupos cristianos, que adoptaron tales misterios bajo la idea de que el estado divino se alcanza mediante la búsqueda interior. En este sentido, el Serapeum de Alejandría fue el centro más importante para estos cristianos gnósticos, quienes realizaban ese viaje de renacimiento interior sin necesidad de intermediarios eclesiásticos. Esta falta de sometimiento a un lider religioso para alcanzar la trascendencia los hizo realmente peligrosos para la jerarquía establecida, por lo que fueron perseguidos y aniquilados tras el concilio de Nicea, en el 325 d.C.
Los textos de estos grupos relacionados con los misterios de Osiris, luego Serapis, fueron ocultados y pudieron sobrevivir al tiempo, siendo descubiertos en Nag Hammadi en 1945. Y aunque tales textos permanecieron perdidos durante todo ese tiempo, su contenido se transmitió a través de diferentes fraternidades que custodiaron el secreto durante los siglos posteriores. Templarios, masones, rosacruces… todos ellos habrían bebido de las fuentes de Osiris y dejado su misteriosa impronta camuflada en el arte y el pensamiento de la sociedad cristiana medieval.
Todo permaneció en la más absoluta oscuridad hasta que a mediados del s. XV, en Florencia, un grupo de humanistas acceden, a través de un misterioso monje, al Corpus Hermeticum, compilación de escritos que recogen el saber oculto de Hermes Trimegisto, que es como los griegos llamaron al dios egipcioTot, quien enseño a Isis la magia de la resurrección. El revuelo y la popularidad de tales enseñanzas fue tal que el mismísimo Papa Borgia, Alejandro VI, se creyó descendiente de Osiris, lo que le llevó a decorar sus estancias con motivos egipcios, los cuales fueron extendidos luego por todo el Vaticano.

En 1935, el presidente Franklin Roosevelt, masón de grado 32, promovió la inserción de símbolos herméticos en el billete de un dolar.
En 1600, el hermetismo es prohibido y sus principales seguidores, como Giordano Bruno, ajusticiados. De nuevo, los conocimientos herméticos tendrán que refugiarse en el secreto de sociedades y logias, las cuales han conservado los símbolos más sagrados de la civilización egipcia hasta nuestros días: obeliscos, la pirámide con el ojo que todo lo ve, ordenaciones urbanas que siguen alineaciones astronómicas al estilo de las pirámides, como ocurre en Washington o París, etc.
Hoy en día, los secretos masónicos y sus orígenes más allá de la Historia conocida son motivo de cada vez más debates y descubrimientos, y parece que empiezan a salir a la luz los detalles de unos conocimientos que siempre fueron parte de la leyenda y la conspiranoia. A día de hoy, la meseta de Giza permanece prácticamente cerrada a los investigadores y sólo unos pocos tienen acceso a sus enigmáticos túneles, muchos de los cuales ni siquiera existirían oficialmente. ¿Qué se esconde en su subsuelo que tanto misterio se traen entre manos las autoridades? ¿Quién les enseñó a los antiguos egipcios tales misterios? ¿Qué revelan que tantos han muerto por su culpa a lo largo de tantos miles de años?
Resulta inquietante saber cuántas cosas se nos ocultan y emocionante pensar cuántas están aún por ver la luz. De momento, estamos accediendo a sus símbolos. Queda averiguar en qué consisten sus rituales y cuál es su verdadero poder a día de hoy. Mientras tanto, la Esfinge seguirá guardando el que puede ser el mayor secreto jamás revelado a la Humanidad…
–Documental Misterios del Pasado: Los misterios de Osiris, con Robert Bauval:


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